DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO (30/08/2020)

 Por el Hno. Robert de Molesmes Islas

«¡Sí puedo!»


Evangelio de Mateo 16, 21-27

 

Que bella y despreocupante es la infancia para la mayoría de los niños. Esa niñez en la que no hay por qué preocuparse por tantas cosas, pero conforme vamos creciendo las responsabilidades van aumentado cada vez más y con responsabilidad me refiero a trabajo, estudios, familia, entre otros. Y en esas relaciones nos encontramos con muchas emociones y situaciones de alegría, de tristeza, de enojo y muchas veces de desesperación y frustración y son estas cosas de las que Jesús nos habla cuando nos explica la importancia de cargar con la cruz y seguirle. Así como él lo hizo antes que nosotros, recordemos que él lo hizo siempre con amor y con fe.


Es normal que muchas veces nos sintamos y reaccionemos como Pedro y así surjan las preguntas del porqué suceden tantas cosas en nuestras vidas y no queremos asimilarlas. Al contrario, las hacemos más complicadas porque en realidad no queremos afrontar lo que muchas veces parece ser imposible.


Ahora bien, Jesús nos muestra y nos exhorta a presentarnos ante esas realidades difíciles de la vida. Jesús le dice a Pedro, “aléjate Satanás”, ya que Pedro no podía entender lo que Jesús padecería por la humanidad y es así como Jesús enfrenta esta realidad y la acepta porque sabía que eso salvaría a los hombres. Jesús dice, aléjate Satanás, nosotros podemos decir lo mimos al miedo y a las tribulaciones: SÍ PUEDO con la ayuda de Cristo. Esa es la actitud que deberíamos de tener con cada situación difícil en nuestra vida, tomar la cruz y seguir de pie con la ayuda de Cristo y nuestros hermanos.


La cruz no es el fin sino mas bien una consecuencia de vivir y estar en el mundo de parte de Dios, la cruz nos prepara y nos purifica, solo si se ve con fe y con amor. Nunca es fácil pero dichosos los que toman su cruz todos los días con valentía y luchan por sus responsabilidades y su felicidad. Ellos ganarán la vida eterna por su gran esfuerzo en esta vida que solo es pasajera.

 

Oración

Señor, ayúdame a cargar mi cruz con amor y con fe para que pueda gozar de tu paz y tu presencia que nos llena y nos enriquece. Amén.




  

MEMORIA DE SAN AGUSTÍN (28/08/20)

  Por el Diácono Asiel M. Rodríguez, O.S.B.

«Versos por la conversión de San Agustín»


Queridos todos,


En esta fiesta de san Agustín, me gustaría regalarles unos versos escritos desde mi admiración por esta entrañable figura para mí y para la Iglesia entera. Comienzo con unas líneas del libro de Las Confesiones del Santo. Ellas expresan mi sentir ante el misterio que se revela a nosotros, el mismo misterio ardiente que se reveló al obispo de Hipona con el gozo de saberse amado, abrazado y personado por su pasado. Que Agustín, padre de los que buscan la verdad, abogado de los maestros de interioridad, y hermano de los que vivimos en comunidad interceda por cada uno de ustedes hoy y siempre. Amén.


Permíteme sin embargo ante tu Misericordia, a mí, que soy polvo y ceniza. Déjame hablar, pues hablo a tu Misericordia, y no a un hombre burlón que pueda mofarse de mí. Quizás aparezco risible ante tus Ojos, pero Tú te volverás hacia mí lleno de misericordia. Conf. I, V I, I.


Y fue tu corazón volcán sediento

de inquietas ansias de buscar sin tregua

-el sentido y voluntad, razón y lengua-

el fin supremo y el destino cierto

que Dios al hombre en su ser pusiera.


Nublaron tus pasiones un momento,

con un falaz “¡Mañana, hoy no hay tiempo!”

lo que el amor de Dios en ti prendiera.

Mas un golpe de gracia, recio y blando,

segó por siempre la agonía insana

que hundido te tenía en el pecado.


Limpia se abrió la flor de tus entrañas

y Dios en Cristo y Cristo en los hermanos

hicieron la sustancia de tu alma.

Latió tu corazón, de enfermo, sano,

y tu sentir, de infiel, surgió cristiano.






DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO (23/08/2020)

 Por el Hno. Rafael González

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»


Evangelio de Mateo 16, 13-20

 

En medio de todo lo que hemos estado viviendo este año, se vuelve oportuno la pregunta que le hizo Jesús a sus discípulos. ¿Quién decís que soy yo? ¿Quién es Jesús para mí en el 2020? ¿Quién es Jesús para el mundo actual? ¿Será que sigue siendo el Mesías como afirmó Pedro sin ningún titubeo?


Hace unas semanas atrás recibí un mensaje donde el autor decía que cuando éramos niños o niñas anhelábamos una felicidad enorme y absoluta. Sin embargo, la gran lección de esta pandemia ha sido aprender a disfrutar de los pequeños momentos que nos ofrece la vida, las únicas que existen. En ese momento me sentí absolutamente frío porque aquella frase en vez de darme un mensaje positivo me dejaba pensando que la humanidad ha dejado de anhelar a Dios.


Nos hemos conformado con los pequeños momentos de felicidad porque al parecer son los únicas que existen. No tengo ninguna objeción con eso. Por ejemplo, esos pequeños momentos han sido el reencuentro con nuestra familia, el saber que hoy estoy disfrutando un café con los más cercanos en mi hogar. Claro que debo disfrutar de esos momentos de felicidad, pero no estoy de acuerdo que sean los únicos que existan.

Hay uno más grande y absoluto que es Dios, aquel por el cual los santos y las santas solamente anhelaban permanecer con él. Cuando leo lecturas espirituales o poemas como el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, observo personas totalmente enamoradas por ese amor que buscan la manera por permanecer en esa felicidad eterna.


¿Quién es Jesús para mí? ¿Quién es Jesús para ti? ¿Es solamente un Jesús histórico que dijo cosas buenas o consejos útiles? Que mi anhelo sea siempre él porque quiero ser como aquellos cristianos que cuando conocieron a Jesús no dudaron en responder con firmeza, «tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»


DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO (16/08/2020)

 Por el Diácono Asiel M. Rodríguez, O.S.B.


¡Qué grande es tu fe!


Evangelio de Mateo 15, 21-28

 

En distintos momentos de la historia de Israel y de la Iglesia, se ha optado por la opción de cerrar filas, cuidar la ortodoxia, subrayar los signos de identidad... El tiempo ha mostrado que todo esto no sirvió más que para alargar la crisis. Y al final tuvieron que llegar los cambios, las nuevas visiones, los nuevos caminos.

 

Lo que hoy parece urgente y necesario es dialogar en todos los ámbitos y escuchar todas las voces. Como nos ha enseñado esta pandemia: "o nos salvamos todos juntos, o no se salva nadie". Me parece que viene al caso la oración de Jesús en su Última Cena: “Padre, no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal” (Jn 17,15). Somos y debemos ser parte de este mundo, mojarnos y caminar con él, aportar humildemente lo que sepamos y podamos, tender puentes, unir fuerzas... La Iglesia nunca debe dejar de ser casa abierta, lugar de encuentro, espacio de acogida, servicio de comunión y diálogo, de atención a los descartados y sufrientes.

 

Lo suyo (lo nuestro) son más las propuestas positivas, la justicia y el derecho, la multiculturalidad, que las descalificaciones y condenas (y menos aún las alianzas con el poder)... Una Iglesia «más humilde y evangélica», como tantas veces pide el Papa Francisco, para que algún día “todos los pueblos puedan llamarla y reconocerla como su propia casa”. Una Iglesia que no ofrezca migajas, porque si hay un solo Padre de todos, el pan de los hijos ha de llegar a todos los hijos. Ni pretenda quitarse de encima (ni consentir que otros lo hagan) a los que molestan y gritan y sufren, como aquella mujer siria, sino que reconozca y acoja y celebre la fe de los más sencillos, incluidos los paganos/inmigrantes (así tuvo que hacerlo el mismo Jesús, y de ese modo se ensanchó su horizonte misionero, más allá de "las ovejas de Israel").

 

¡Los pobres tantas veces nos tiran abajo nuestras seguridades, esquemas y programas! No consta que aquella mujer guardara las tradiciones judías, o que fuera al Templo, o.… sólo un dolor de madre y la fe/confianza en que Jesús podía ayudarla. Y ayudar a identificar y echar lejos a tantos demonios que se nos cuelan dentro y nos destruyen a todos. Para ello habremos de contar con nuestra fe, nuestra misericordia, nuestra solidaridad, confiando e insistiendo al Señor para que nos salve: ¡Señor, ayúdame, ayúdanos!

 

Que el Señor nos ayude a ser insistentes, a perseverar en la prueba, y a ser iglesia abierta de par a los que buscan saciarse del pan que nunca acaba. Amén.




DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO (02/08/2020)

 Por Hno. Robert de Molesmes Islas


Ánimo, soy yo, no tengáis miedo


Evangelio de Mateo 14, 22-33

 

En medio de las tempestades de la vida, Jesús no nos abandona en nuestra peregrinación aquí en la tierra, sino que, nos acompaña y nos alienta en los momentos difíciles que vivimos. En el Evangelio de este domingo, Jesús les dice a sus discípulos que tomaran camino mientras él despedía a la gente donde había estado, pero lo más curioso es que, una vez habiendo despedido a todos, Jesús sube a la montaña para orar a solas. Luego se les aparece a sus discípulos caminando sobre las aguas y estos se asustaron al verlo, pero Jesús les alienta y les dice: Ánimo, soy yo, no tengáis miedo.

 

Que hermosas palabras de Jesús hacia a sus discípulos y qué profundas son hoy para nosotros, ya que, durante nuestra peregrinación aquí en la tierra vivimos diferentes realidades y nos suceden cosas que muchas veces no son tan positivas o también se nos presentan retos que pensamos que no lograremos. No obstante, Jesús nos dice como un padre amoroso y como aquel que camina en medio de nuestras tempestades de la vida: Animo, soy yo, no tengáis miedo.

 

Muchas veces nos puede pasar como a Pedro que, confiando en las palabras de Jesús, caminó sobre las aguas, pero al sentir el fuerte viento este dudó y se empezó a hundir cuando la fe le pudo haber hecho más fuerte y haber caminado mucho más sobre las aguas. Esto me recuerda a nuestra fragilidad humana, es normal que sintamos miedo y desconfianza, pero aún cuando el viento de las adversidades es más fuerte. Jesús nos recuerda que seamos más fuertes y firmes en la fe, nos recuerda poner nuestras preocupaciones en sus manos con fe y esperanza para así dar el alivio a lo que vivimos.

 

Y como las palabras de Pedro: -Señor sálvame-. Que esa también sea nuestra súplica al Señor cuando sentimos la carga pesada, pero sobre todo que pongamos nuestra fe en su amor y misericordia.

 

Jesús camina con cada uno de nosotros, camina en nuestras tempestades, pero sobretodo permanece siempre a nuestro lado para levantarnos y socorrernos en los vientos fuertes de la vida.



DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (02/08/2020)

Por Hno. Rafael González


“Dadle vosotros de comer”


Evangelio de Mateo 14, 13-21

 

Este domingo recordamos la multiplicación de los panes, un acto maravilloso de Jesús con aquella multitud que le había seguido para escucharle y ser sanados de sus dolencias. El pasaje habla que Jesús se compadeció de esa multitud y empezó a curar a los enfermos. Ese día le tomó por sorpresa el atardecer y la gente seguía con él, sin embargo, los discípulos solamente se preocupaban por despedir a la gente. Su deseo era que Jesús invitara a la gente a irse a las aldeas para que compraran algo de comer y así librarse de cualquier trabajo que implicara esfuerzo para ellos.

 

Seguían siendo egoístas e ingenuos, a pesar de estar al lado del Maestro, viendo cómo hacía milagros. Ellos no dejaban de pensar como hombres, no era capaces de creer en las maravillas que estaban obrando Jesús en aquella multitud. Aún les faltaba mucho por reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, aquel que había sido profetizado por los profetas, aquel que debía de venir para la salvación del mundo. Caminaban con él, escuchaba sus predicaciones, veían los milagros que hacía y, aún así, solamente pensaban en despedir a la gente.

 

¿Hace cuánto hemos seguido a Jesús? ¿Hemos escuchado su mensaje de salvación? ¿Hemos visto obras grandes en nuestras vidas y en otras personas? Sin embargo, en el momento de mayor compromiso por no saber cómo resolver cierta situación. Solamente le pedimos que esto pase pronto o se lo dejamos a él para que se encargue de eso como hicieron los mismos discípulos.

 

Y audazmente nos responde como aquella vez, ¡dadles vosotros de comer! Como un balde de agua fría, nos invita a resolver nosotros mismos el problema. ¿A caso Señor no te lo he pedido yo porque soy incapaz de resolverlo? ¿No ves que solamente tengo cinco panes y dos peces? ¿Qué eso para tanta multitud? ¿Qué es eso para este gran problema que cargo en mi vida?

 

No obstante, se vuelve y pide instrucciones, recuesten a la gente en la hierba. En otras palabras, solamente ha pedido confianza, solamente ha pedido una entrega total. Los cincos panes y los dos peces no son insignificancia para Jesús, lo es todo porque soy yo, eres tú, somos nosotros. Únicamente nos pide que le sigamos, él se encargará de los demás. Entregarnos totalmente a él y confiar que él hará obras grandes por mí, como canta María en el himno del Magníficat.

 

Una mujer sencilla que se abandona a la confianza de Dios sin importar que vendrá después. Así es María, nuestra Madre. Precisamente hoy 2 de agosto se celebra la Fiesta Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Costa Rica, pedimos intercesión por este país y por el resto de América Latina por esta pandemia para que los países poderosos ofrezcan su ayuda durante esta crisis sanitaria y económica a esta región.



Where do you find your salvation?

A reflection for Ash Wednesday 2024 by Brother Thomas Aquinas Hall, OSB “It’s scary, but still in everything about you I find salvation.” Th...