Confiar en Aquel que nos ha llamado


Hno. Roberto de Molesmes, O.S.B.


Al meditar en el Evangelio de este domingo y entrelazándolo con el salmo que también escuchamos hoy, me hace pensar y profundizar en el momento en que fuimos o somos llamados a vivir nuestra vocación, ya sea en el matrimonio, en la vida consagrada o en el servicio de Dios permaneciendo célibe.

Hoy vemos a Jesús preguntando a sus discípulos, “¿Qué buscan?” Y estos le responden, “¿Dónde vives?”, Jesús les invita: “Vengan y lo verán”.

Es así como podemos voltear atrás y recordar ese momento en el que sentíamos que Dios nos llamaba a vivir una vocación, y que con el tiempo fuimos descubriendo y escuchando la voz de Dios para poder hacer lo que nos pedía para poderle servir en con nuestra respuesta puesta en Cristo.

El salmo por otra parte también nos hace meditar en las palabras que muchos de nosotros hemos orado en algún momento muy personal entre Dios y nosotros, “Aquí estoy señor para hacer tu voluntad” (salmo 39).

Qué bellas palabras del salmista y qué profundas las podemos orar a Aquel que nos ha llamado a vivir una vocación y a sacrificar nuestras vidas para hacer su voluntad, esa voluntad que nunca es fácil pero que cuando lo hacemos y vivimos con amor y con un convencimiento propio podemos darnos cuenta que es obra de Dios, todo es creación suya y el llamado que nos hace para responderle es un llamado a la felicidad y a la santidad.

Recordaba el momento que prometí mis votos temporales en octubre de 2020, y al recordar ese día tan especial también recordaba mi momento favorito y es cuando canté unos versos del salmo 119, Sosténme Oh Dios según tu promesa y viviré, y que no confunda mi esperanza.

Este verso del salmo 119 tiene mucho que ver con el salmo de hoy, al menos para mí así lo es, ya que en los dos podemos meditar y orar a Dios, primero encomendando nuestras vidas a él y diciéndole; Aquí estoy para ti Señor, y en el salmo 119 yo diría que lo podemos orar una vez aventando las redes y confiados en Dios; Sosténme Señor, ahora que he comenzado esta vocación, solo en ti viviré y confiaré, pero ayúdame para no perder la fe ni la esperanza en que algún día seré premiado por mis sacrificios con la felicidad eterna.

Hermanos y hermanas, dejémonos sorprender por Dios, aventemos las redes y confiemos en él, nunca es fácil y ni lo será, pero cuando nos fiamos de Dios todo lo demás llegará y así seremos felices en Cristo que nos llama a vivir nuestra vocación con alegría y santidad.




Santos Mauro y Placido, primeros discípulos de san Benito

 


Memoria de los santos Mauro y Placido, primeros discípulos de san Benito


P. Asiel Rodriguez, O.S.B.                                                                    1/15/21


Dada la gran fama de santidad que alcanzó san Benito en la época en que vivió en Subiaco, muchas nobles familias romanas solían confiarle a sus hijos para que los educaran en el monasterio. Equicio le confió a su hijo Mauro y el patricio Tértulo a su hijo Plácido, quien era aún muy niño. San Gregorio cuenta en sus Diálogos que, en cierta ocasión, Plácido se cayó en el río cuando trataba de llenar un cántaro; san Benito, que se hallaba en el monasterio, llamó inmediatamente a Mauro y le dijo: “Corre y vuela, hermano mío, porque el niño acaba de caerse en el río”. Mauro echó a correr y anduvo sobre las aguas a la distancia de un tiro de flecha, hasta el sitio en que se hallaba Plácido; entonces le tomó por los cabellos y le arrastró hasta la orilla, siempre andando sobre las aguas. Al pisar tierra, Mauro volvió los ojos hacia el río y sólo entonces cayó en la cuenta del milagro. San Benito lo atribuyó a la obediencia de su discípulo, pero éste pensó que se debía a la santidad y virtud de san Benito. Plácido confirmó los pensamientos de Mauro, diciendo: “Cuando me sacaste del agua, vi el manto de nuestro padre sobre mi cabeza y pensé que era él quien tiraba de mí”.



La salvación milagrosa de Plácido es como un símbolo de la preservación de su alma de toda mancha de pecado. Crecía constantemente en virtud y sabiduría, y su vida era una réplica fiel de la de su maestro y director, san Benito. Éste observaba los progresos de la gracia en el corazón de su discípulo, le amaba con particular predilección y, probablemente, le llevó consigo a Monte Cassino. Según se dice, el padre de Plácido fue quien regaló a san Benito dicha posesión. 


Que estos santos que imitaron a nuestro Padre san Benito en virtud y obediencia rueguen por nosotros cuando caigamos en las aguas del descuido y del pecado. 



Where do you find your salvation?

A reflection for Ash Wednesday 2024 by Brother Thomas Aquinas Hall, OSB “It’s scary, but still in everything about you I find salvation.” Th...