Por el Diácono Asiel M. Rodríguez, O.S.B.
«Versos por la conversión de San Agustín»
Queridos todos,
En esta fiesta de san Agustín, me gustaría regalarles unos versos escritos desde mi admiración por esta entrañable figura para mí y para la Iglesia entera. Comienzo con unas líneas del libro de Las Confesiones del Santo. Ellas expresan mi sentir ante el misterio que se revela a nosotros, el mismo misterio ardiente que se reveló al obispo de Hipona con el gozo de saberse amado, abrazado y personado por su pasado. Que Agustín, padre de los que buscan la verdad, abogado de los maestros de interioridad, y hermano de los que vivimos en comunidad interceda por cada uno de ustedes hoy y siempre. Amén.
Permíteme sin embargo ante tu Misericordia, a mí, que soy polvo y ceniza. Déjame hablar, pues hablo a tu Misericordia, y no a un hombre burlón que pueda mofarse de mí. Quizás aparezco risible ante tus Ojos, pero Tú te volverás hacia mí lleno de misericordia. Conf. I, V I, I.
Y fue tu corazón volcán sediento
de inquietas ansias de buscar sin tregua
-el sentido y voluntad, razón y lengua-
el fin supremo y el destino cierto
que Dios al hombre en su ser pusiera.
Nublaron tus pasiones un momento,
con un falaz “¡Mañana, hoy no hay tiempo!”
lo que el amor de Dios en ti prendiera.
Mas un golpe de gracia, recio y blando,
segó por siempre la agonía insana
que hundido te tenía en el pecado.
Limpia se abrió la flor de tus entrañas
y Dios en Cristo y Cristo en los hermanos
hicieron la sustancia de tu alma.
Latió tu corazón, de enfermo, sano,
y tu sentir, de infiel, surgió cristiano.
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