Domingo XVII del Tiempo Ordinario (26/07/2020)

Por Hno. Robert de Molesmes Islas


“El tesoro por el que merece la pena venderlo todo”


Evangelio de Mateo 13, 44-52

 

Meditando el evangelio que hoy Jesús nos regala en este domingo, me puse a pensar por unos minutos lo que yo he tratado de hacer para seguir a Cristo en el monasterio. Me he dado cuenta que de verdad Cristo es esa perla que tanto estaba buscando, esa perla valiosa que he encontrado en este específico monasterio.

 

Una de las preguntas frecuentes que las personas me hacen es por qué ingresé al monasterio. Hace algunos meses aún no sabía responder y mi respuesta era que tal vez siempre me había gustado la vida religiosa o aquí me sentía feliz. Pero, esa no era la razón por la cual entré al monasterio sino más bien, lo que he estado sintiendo al estar aquí.

 

Ahora bien, puedo responder esa pregunta convencido de que he entrado al monasterio para buscar y encontrar a Cristo en este grandioso espacio. Los monjes tenemos este grandioso lugar donde frecuentemente busco a Dios mediante el rezo del Oficio Divino, la Lectio Divina y sobre todas las cosas, en la participación de la Eucaristía.

 

A lo largo de mi noviciado he ido aprendido a separarme de las cosas que tal vez en mi vida pasada eran importantes o que yo pensaba que tenía que hacerlas para sentirme feliz. Cuando eran todo lo contrario y solo me distraían para seguir la llamada de Cristo. Jesús nos invita a no  poner nuestra seguridad en cosas vanas y sin significado alguno, al contrario, todas esas cosas nos distraen para vivir a la vocación que hemos sido llamados.

 

Lo que Cristo quiere de nosotros es que lo busquemos incansablemente en nuestra vocación con libertad, autenticidad de valores, bondad de corazón, confianza, valor del encuentro humano, solidaridad, compromiso con la liberación del sufrimiento. Como comunidades cristianas perseverando en busca de ese tesoro que es Cristo, que es paz y consuelo.

 

El tesoro que presenta Jesús en el evangelio es Cristo mismo quien quiere estar con el ser humano para salvarlo de sus pecados porque lo ama y quiere que se salve y viva feliz aquí en la tierra y después en la eternidad. Esforcémonos pues, hermanos y hermanas en el Señor y despojémonos de todas las ataduras que se interponen en nuestra relación con Cristo. Así podamos encontrar lo más valioso que es Cristo porque cuando tengo a Cristo lo tengo todo.



Domingo XVI del Tiempo Ordinario (19/07/2020)

Por Hno. Rafael González


“La semilla más pequeña será la más alta entre las hortalizas”


Evangelio de Mateo 13, 24-43

 

Entre las parábolas que Jesús nos enseña en este Domingo décimo dieciséis del tiempo ordinario está la comparación del reino de los cielos en una semilla de mostaza. A partir de este ejemplo podríamos extraer varias reflexiones o preguntas. Por ejemplo, ¿qué nos está diciendo Jesús sobre la pequeñez e insignificancia de una semilla con respecto al reino de los cielos? ¿Qué relación tiene esta parábola con nuestras vidas, con nuestra fe?

 

Los antiguos filósofos hablaban de la potencia que tienen las cosas para llegar a ser algo totalmente diferente a lo que fue en un principio. Las semillas es el mejor ejemplo sobre la potencia que tienen para llegar a ser plantas e incluso árboles de gran altura. La insignificancia de una semilla de mostaza que a simple vista parece ser una “piedrecilla” sin ningún valor. Cuando se cultiva y crece, llega a ser la más alta de las hortalizas que incluso las aves llegan anidar en sus ramas. La potencia que no vemos en esa pequeña semilla es la fe que no vemos a simple vista, que solo con el tiempo se observa en las obras de todo cristiano y toda cristiana.

 

Muchos santos y muchas santas vivieron dificultades durante su vida. En muchos momentos se sintieron derrotados y sin ninguna esperanza, pero se aferraban a la fe que tenía hacia a Dios. Incluso, una gran mayoría de ellos y de ellas murieron a causa de su fe. Por eso, desde los primeros siglos de la cristiandad decimos que la sangre de los mártires es la semilla de nuevos cristianos. Su fe incondicional a Cristo ha ayudado a que la Iglesia creciera tan alto que muchos y muchas hemos venido a anidar en sus ramas. Porque sus obras solamente vinieron de aquel que ha dado la vida por toda la humanidad.


Ahora bien, ¿qué nos corresponde a nosotros? Seguir con la tarea de darle potencia a esa pequeña semillita que Dios ha querido sembrar en nuestros corazones. Claro, la potencia vendrá de Él, lo único que espera de nosotros es confiar en todo momento. En muchos momentos de nuestras vidas, al igual que la semilla, veremos en nuestra fe una insignificante piedrecilla negra. ¿Será que somos capaces de creer y entender que esa semilla puede crecer tan alto que otras aves vendrán a anidar en sus ramas?




Domingo XIV del Tiempo Ordinario (05/07/2020)

Por Hno. Asiel M. Rodriguez, O.S.B.


“Vengan los cansados…y yo les daré alivio”


Evangelio de Mateo 10, 37-42


Nuestro Padre Abad lava los pies de algunos parroquianos durante la celebración del Jueves Santo.


Se puede decir: “Dime cómo es tu Dios -tu experiencia de Dios-, y te diré cómo es tu comportamiento con los que te rodean”. Si el rostro de Dios que has encontrado es el de un ser exigente, controlador, al margen de tu vida cotidiana, un Dios lleno de normas y obligaciones, un Dios que me pone condiciones y espera mis esfuerzos y sacrificios para hacerme caso... O si es un Dios que siempre me perdona aunque caiga una y otra vez en lo mismo, que se alegra con mis alegrías y me quiere libre y es fuente de mis alegrías y de mi paz, que me ha elegido para transformar el dolor y el mal del mundo, etc... mi conducta humana estará amasada con todos estos rasgos, y mi trato con los demás también.


Pues bien, el rostro de Dios que ha experimentado, del que vive y habla Jesucristo es alguien cercano, a quien, en cualquier momento del día, y en cualquier lugar, en medio de las cosas cotidianas, le dirige espontánea y sencillamente lo que siente y lleva en el corazón. Y este modo de sentir y vivir a Dios, le lleva a descubrirse y actuar como una persona pendiente de los cansados y agobiados.

 

Esa experiencia de libertad interior y de gozo le lleva a buscar, y convocar a quienes no la tienen para revelársela, para ayudarles a descubrirla. El Padre se conmueve ante los perdidos y abandonados de la sociedad y de las estructuras religiosas, ante los que no tienen esperanza, ante quienes se ven sobrecargados de preceptos, normas, condiciones, ritos minuciosos, prohibiciones y condenas. Por eso mismo Jesús se siente llamado a ofrecer «otra cosa». Hoy parece como si se le hubiera «escapado» delante de todos, una plegaria fresca, gozosa, agradecida. Y en ella se descubre el rostro de un Dios misericordia, consuelo, descanso, liberación...


Jesús es un profeta sobre todo acogedor, y que ha formado un grupo de discípulos acogedores, para que salgan a buscar, como él, a quienes se sienten señalados, juzgados, rechazados, marginados, olvidados...Y los acojan con gestos, palabras, actitudes y hechos... A su lado, tienen que sentirse incondicionalmente queridos y aceptados. Por eso hoy la Iglesia -cada bautizado-, tiene que ser capaz de proclamar con mucha fuerza y claridad a los hombres de hoy y de todos los tiempos el mismo mensaje: “Vengan los cansados…y yo les daré alivio.”




Where do you find your salvation?

A reflection for Ash Wednesday 2024 by Brother Thomas Aquinas Hall, OSB “It’s scary, but still in everything about you I find salvation.” Th...