Entrevista al diácono Asiel Rodríguez O.S.B.

«El diaconado en la Iglesia Católica»



Échale un vistazo a la entrevista que realizó nuestro hermano Rafael al actual diácono de la abadía, Asiel M. Rodríguez.


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https://youtu.be/b3DgKV4visM











 


DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO (20/09/2020)

 Por el Hno. Roberto de Molesmes Islas

«Quiero darle a este último igual que a ti»


Evangelio de Mateo 20, 1-16

 

En la celebración de este domingo reflexionamos un evangelio muy interesante que nos hace darnos cuenta lo justo que es el Señor con todos. También nos exhorta a no envidiar lo que otros tienen y ser conformes a lo que Dios nos regala.


Ahora bien, en el pasaje bíblico vemos que el viñador sale a buscar hombres para que trabajen en su viña y así lo hace varias veces contratando gente a diferentes horas durante el día. Pero a la hora de pagar, el viñador reparte un denario a los que habían trabajando todo el día  y a los que habían trabajado unas cuantas horas también les reparte un denario. Los que habían trabajado todo el día le reclaman al viñador por haber recibido lo mismo a pesar de que ellos habían trabajado más horas. La frase que me llama la atención es, "quiero darle a este último igual que a ti". Aquí Jesus quiere referirse a su amor, el quiere dar su amor a todos, no solo a los sabios y a los religiosos sino a los pobres, a los perseguidos, a aquellos olvidados por la sociedad. Jesús quiere darse a todos por igual, quiere llenarnos de ese amor que nos une como una sola familia.   


Por otra parte, Jesús nos enseña a no envidiar a nuestros hermanos por los dones  que reciben. Pensemos en las veces que actuamos con envidia, ya sea porque alguien tiene dones o cosas que tal vez no tengo y me gustaría tener o muchas veces porque no soporto saber que alguien más puede ser mejor en algo que yo.


Esto nos puede suceder y en lo personal yo tuve la experiencia cuando estuve en el seminario. A mi compañero no le gustaba la idea de que yo aprendiera a tocar órgano, solo porque él quería ser el único organista. Esta experiencia no solo la digo para hablar de mi compañero sino ante esa situación me propuse a ser paciente y generoso con aquellos que en algún futuro les enseñaría algo de música. Incluso, si ellos llegan a ser mejores que yo, me gustaría celebrar sus logros y sus regalos.  


Seamos agradecidos con lo que Dios nos regala y sepamos celebrar lo que otros reciben de él. Pongamos al servicio esos dones a aquellos quienes los necesitan y así glorificaremos a Cristo quien nos da su amor por igual.







DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO (13/09/2020)

 Por el Hermano Rafael González

«Con ojos de ternura»


Evangelio de Mateo 18, 21-35

 

“Todos tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión. Cuánto dolor puede causar una palabra rencorosa, fruto de la envidia, de los celos y de la rabia. Cuánto sufrimiento provoca la experiencia de la traición, de la violencia y del abandono; cuánta amargura ante la muerte de los seres queridos. Sin embargo, Dios nunca permanece distante cuando se viven estos dramas. Una palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…, son todas expresiones de la cercanía de Dios a través del consuelo ofrecido por los hermanos.” (Papa Francisco, Carta Apostólica Misericordia et misera, 2016)

 

Al finalizar el Jubileo de la Misericordia (2015-2016), el Papa Francisco terminaba con esta hermosa carta donde enseña que Dios nunca está distante ante el dolor humano y que Él se manifiesta en los buenos gestos que hacemos hacia otras personas. Quise recordar esta carta porque el amor solamente puede permanecer cuando vemos con ojos de ternura a nuestro prójimo y cuando dejamos de un lado las rencillas, los enojos y los resentimientos. Asimismo inicia el Evangelio del domingo, Jesús le responde a Pedro con el “setenta veces siete” sobre el perdón a quien me ofende.

 

Claro que es fácil decirlo y escribirlo, pero cuando esto sucede qué difícil se vuelve y qué complicado es vivirlo. Se convierte en una tarea titánica y a veces perece ser imposible. Sin embargo, existen prácticas o acciones que podrían ayudar a dar el paso al perdón y a olvidar el dolor, el resentimiento o el orgullo cuando hemos sido los causantes del problema. Por ejemplo, por un momento detente y piensa, ¿qué tan difícil es perdonar o pedir perdón? ¿Qué gano con estar resentido por lo que me hicieron o mantener el orgullo por lo que hice? ¿Qué consecuencias a largo plazo podría generar este problema? ¿A caso debo empezar con el tema del perdón? A veces es más fácil el acercamiento para romper la barrera. Y si no hay respuesta de la otra persona, ¿qué hay de malo con eso? Lo importante es estar en paz conmigo mismo.

 

No olvidemos esos ojos de ternura con la cual podemos mirar a los demás. Tengamos la convicción que si tratamos de mirar así es el mismo Dios que se manifiesta. Dejemos que Él actúe en nosotros, seamos sus instrumentos de paz, como cantaba San Francisco de Asís. Mostremos ojos brillantes de luz y amor hacia los demás. El mundo necesita más de esas miradas que reconcilian y aman desinteresadamente, así trataremos de manifestar que Dios está en medio de nosotros.


Que nuestra Virgen Santísima nos enseñe a mirar con ojos de ternura como ella lo hizo siempre, incluso cuando miraba el dolor que le causaban a su hijo durante su Crucifixión. Amén.






DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (06/09/2020)

Por el Diácono Asiel M. Rodríguez, O.S.B.

«Dulces frutos»


Reflexión para tiempos de cosecha espiritual


A todos nos preocupa de alguna manera dejar huella en la vida, hacer algo por cambiar lo que nos encontramos y dejarle a los que vienen un mundo mejor que el que nos tocó. Qué bueno es cuando uno se encuentra a alguien con este deseo. De esa gente debería estar lleno el mundo. Cuando esto se da, no sólo la vida de alguien tendrá sentido, sino que lo tendrá este universo que fue creado para ser colmado de lo que cada uno pueda aportar, porque todos somos de alguna manera una edición única.


A cada cual nos toca dar nuestro propio fruto, algunos más otros menos, eso depende de muchos factores que ahora no voy a nombrar. La clave ciertamente está en si los frutos que damos son dulces o amargos. Es un engaño creer que la fecundidad depende de la cantidad, prefiero pensar que el secreto está en “el sabor”.


Me refiero a una dulzura que no es precisamente temperamental. El que tenga este don que lo cuide para que nada le amargue. Hoy hablamos sobre la capacidad de entregarnos sin guardar rencor cuando no se reconoce como quisiéramos, de sacrificarnos sin perder la paz del corazón, de no violentar los ritmos de las personas o de los acontecimientos. En fin, de vivir cada experiencia aprendiendo de todo, pero guardando un poco de inocencia para creer en el ser humano, y no dejar crecer la rivalidad, viendo enemigos en todas partes. La dulzura y la humildad van de la mano.


Afluye a mi mente un proverbio que leí hace un tiempo: “El peligro de los grandes sacrificios es que luego se vivan como un derecho sobre aquellos por quienes los hicimos”. Es mejor entregarse hallando felicidad en la propia entrega, que hacerlo esperando que ésta dé resultado para sentirnos satisfechos. Aquí corremos el riesgo de amargarnos, cuando las cosas no sean como lo esperamos. Toda amargura nace de sentir que dimos mucho y se nos retribuyó poco. El fruto dulce es aquel que nació de la generosidad, que se ofreció en gratuidad, y maduró en la entrega. Cuando vivimos de esa manera descubrimos que, aunque las cosas no sean como esperamos, en la vida, no dejamos de recibir, y que el bien que hacemos se multiplica.


Sigue adelante queriendo llevar tus sueños hasta el final, pero recuerda que lo verdaderamente importante es que des frutos dulces. Son esos los que te hacen feliz y los que marcan la vida de los que caminan a tu lado. Da mucho, o mejor dalo todo, pero eso sí, dalo siempre de buena gana.







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A reflection for Ash Wednesday 2024 by Brother Thomas Aquinas Hall, OSB “It’s scary, but still in everything about you I find salvation.” Th...