DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO (13/09/2020)

 Por el Hermano Rafael González

«Con ojos de ternura»


Evangelio de Mateo 18, 21-35

 

“Todos tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión. Cuánto dolor puede causar una palabra rencorosa, fruto de la envidia, de los celos y de la rabia. Cuánto sufrimiento provoca la experiencia de la traición, de la violencia y del abandono; cuánta amargura ante la muerte de los seres queridos. Sin embargo, Dios nunca permanece distante cuando se viven estos dramas. Una palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…, son todas expresiones de la cercanía de Dios a través del consuelo ofrecido por los hermanos.” (Papa Francisco, Carta Apostólica Misericordia et misera, 2016)

 

Al finalizar el Jubileo de la Misericordia (2015-2016), el Papa Francisco terminaba con esta hermosa carta donde enseña que Dios nunca está distante ante el dolor humano y que Él se manifiesta en los buenos gestos que hacemos hacia otras personas. Quise recordar esta carta porque el amor solamente puede permanecer cuando vemos con ojos de ternura a nuestro prójimo y cuando dejamos de un lado las rencillas, los enojos y los resentimientos. Asimismo inicia el Evangelio del domingo, Jesús le responde a Pedro con el “setenta veces siete” sobre el perdón a quien me ofende.

 

Claro que es fácil decirlo y escribirlo, pero cuando esto sucede qué difícil se vuelve y qué complicado es vivirlo. Se convierte en una tarea titánica y a veces perece ser imposible. Sin embargo, existen prácticas o acciones que podrían ayudar a dar el paso al perdón y a olvidar el dolor, el resentimiento o el orgullo cuando hemos sido los causantes del problema. Por ejemplo, por un momento detente y piensa, ¿qué tan difícil es perdonar o pedir perdón? ¿Qué gano con estar resentido por lo que me hicieron o mantener el orgullo por lo que hice? ¿Qué consecuencias a largo plazo podría generar este problema? ¿A caso debo empezar con el tema del perdón? A veces es más fácil el acercamiento para romper la barrera. Y si no hay respuesta de la otra persona, ¿qué hay de malo con eso? Lo importante es estar en paz conmigo mismo.

 

No olvidemos esos ojos de ternura con la cual podemos mirar a los demás. Tengamos la convicción que si tratamos de mirar así es el mismo Dios que se manifiesta. Dejemos que Él actúe en nosotros, seamos sus instrumentos de paz, como cantaba San Francisco de Asís. Mostremos ojos brillantes de luz y amor hacia los demás. El mundo necesita más de esas miradas que reconcilian y aman desinteresadamente, así trataremos de manifestar que Dios está en medio de nosotros.


Que nuestra Virgen Santísima nos enseñe a mirar con ojos de ternura como ella lo hizo siempre, incluso cuando miraba el dolor que le causaban a su hijo durante su Crucifixión. Amén.






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