Por el Diácono Asiel M. Rodríguez, O.S.B.
«Un Rey que es pastor justo»
Evangelio de Mateo 25, 31-46
Hijo del hombre es una expresión semítica que significa simplemente un ser humano (ver por ejemplo el paralelismo entre "hombre" e "hijo del hombre" en Sal 8,5). Así la usa frecuentemente el libro de Ezequiel donde Dios se dirige al profeta como "hijo del hombre" para resaltar la distancia entre Dios que es trascendente y el profeta que es un simple hombre. Sin embargo, en Daniel 7,13-14 la expresión adquiere un significado particular. El profeta ve "aparecer sobre las nubes del cielo uno semejante a un "hijo de hombre" que recibe de Dios "poder, gloria, y reino". Se trata sin duda de un ser humano, que no obstante esto, es introducido en la esfera de Dios. El texto ha sido interpretado siempre en sentido mesiánico, sea en sentido personal como colectivo. Por tanto, se trate de una persona o se trate del Pueblo de Dios en su conjunto, el Hijo del hombre es el Mesías que inaugura el Reino de Dios, eterno y universal.
La aplicación del título "Hijo del hombre" a Jesús teniendo de fondo a Daniel 7, 13-14 es difundida en los evangelios. Se encuentra también en las Actas y en el Apocalipsis. Los especialistas piensan que ha sido el mismo Jesús quien se ha dado a sí mismo este título. En el evangelio de Mateo se ha puesto en boca de Jesús particularmente cuando Él habla de su pasión, de su resurrección como suceso escatológico y de su venida gloriosa, inicio de nuestro texto.
Mateo da también a Jesús el título de rey. La realeza de Dios es un tema muy querido en la Biblia. Porque es el Hijo de Dios, Jesús reina junto al Padre. En nuestro texto el rey es Jesús, pero Él ejercita su realeza en estrecha relación con el Padre. Los elegidos son los "benditos de mi Padre" y el reino al cual son invitados a entrar, es un reino preparado para ellos por Dios, como indica la forma pasiva del verbo. Esta forma verbal, dicha pasiva divina, se encuentra a menudo en la Biblia y tiene siempre a Dios como sujeto implícito. En este texto el reino viene a indicar la vida eterna.
Como en Daniel, 7, también en nuestro texto la realeza del Hijo del hombre está ligada al juicio. El rey, especialmente en la antigüedad, ha sido siempre considerado como el juez supremo. El juicio que hace Jesús es un juicio universal, un juicio que compromete a todas las gentes. Sin embargo, no es un juicio colectivo. No son los pueblos los que serán juzgados, sino las personas particulares.
Igualmente unida a la realeza está el simbolismo pastoral. En la antigüedad el rey se presentaba a menudo como pastor de su pueblo. También el Antiguo Testamento habla de Dios, rey de Israel, como pastor y el Nuevo Testamento aplica el título también a Jesús. Los pastores de Tierra Santa en los tiempos de Jesús llevaban a pastar rebaños mixtos, compuestos de ovejas y cabras. Al atardecer los separaban porque las ovejas duermen al sereno, mientras las cabras prefieren ponerse bajo cobijo. En nuestro texto las ovejas representan a los elegidos porque son de mayor valor económico que las cabras y también por su color blanco que a veces en la Biblia significa la salvación.
Tradicionalmente se interpreta este pasaje evangélico como la identificación de Jesús con los pobres y los marginados. Jesús juzgaría a todos y particularmente a aquéllos que no han tenido la oportunidad de conocer su evangelio, en base a la misericordia que han demostrado por los pobres. Todos tienen la oportunidad de aceptarlo o rechazarlo, si no personalmente, al menos, en la persona del indigente con el que se identifica.
La exégesis contemporánea tiende a leer el texto en sentido más eclesiológico. Poniéndolo en estrecha relación con Mateo 10, 40-42, los exegetas insisten que aquí no se trataría de filantropía, sino de la respuesta al evangelio del reino que es llevado por los hermanos de Jesús, no sólo los jefes de la Iglesia sino de todo hermano, aun el más significante.
Las naciones, es decir los paganos, son por tanto invitados a acoger a los discípulos de Jesús que predican el evangelio y sufren por él, como si estuvieran acogiendo al mismo Jesús en persona. Los cristianos, por su parte, están invitados a la hospitalidad generosa con sus hermanos que se hacen predicadores itinerantes por causa del evangelio, sufriendo persecuciones. Así demostrarían la autenticidad de su propio empeño de discípulos.
Que el Dios de la paz, que es pastor bueno y misericordioso, nos ayude en estos días de pandemia para que consigamos ser fieles a ese que nos rompe las estructuras y nos presenta a un reinado de servicio y humildad para todos.
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