Por Hno. Rafael González
“La semilla más pequeña será la más alta entre las hortalizas”
Evangelio de Mateo 13, 24-43
Entre las parábolas que Jesús nos enseña en este Domingo décimo dieciséis del tiempo ordinario está la comparación del reino de los cielos en una semilla de mostaza. A partir de este ejemplo podríamos extraer varias reflexiones o preguntas. Por ejemplo, ¿qué nos está diciendo Jesús sobre la pequeñez e insignificancia de una semilla con respecto al reino de los cielos? ¿Qué relación tiene esta parábola con nuestras vidas, con nuestra fe?
Los antiguos filósofos hablaban de la potencia que tienen las cosas para llegar a ser algo totalmente diferente a lo que fue en un principio. Las semillas es el mejor ejemplo sobre la potencia que tienen para llegar a ser plantas e incluso árboles de gran altura. La insignificancia de una semilla de mostaza que a simple vista parece ser una “piedrecilla” sin ningún valor. Cuando se cultiva y crece, llega a ser la más alta de las hortalizas que incluso las aves llegan anidar en sus ramas. La potencia que no vemos en esa pequeña semilla es la fe que no vemos a simple vista, que solo con el tiempo se observa en las obras de todo cristiano y toda cristiana.
Muchos santos y muchas santas vivieron dificultades durante su vida. En muchos momentos se sintieron derrotados y sin ninguna esperanza, pero se aferraban a la fe que tenía hacia a Dios. Incluso, una gran mayoría de ellos y de ellas murieron a causa de su fe. Por eso, desde los primeros siglos de la cristiandad decimos que la sangre de los mártires es la semilla de nuevos cristianos. Su fe incondicional a Cristo ha ayudado a que la Iglesia creciera tan alto que muchos y muchas hemos venido a anidar en sus ramas. Porque sus obras solamente vinieron de aquel que ha dado la vida por toda la humanidad.
Ahora bien, ¿qué nos corresponde a nosotros? Seguir con la tarea de darle potencia a esa pequeña semillita que Dios ha querido sembrar en nuestros corazones. Claro, la potencia vendrá de Él, lo único que espera de nosotros es confiar en todo momento. En muchos momentos de nuestras vidas, al igual que la semilla, veremos en nuestra fe una insignificante piedrecilla negra. ¿Será que somos capaces de creer y entender que esa semilla puede crecer tan alto que otras aves vendrán a anidar en sus ramas?
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